El cuartel general de Proyectalis, la consultora de Ángel Medinilla, puede ser un coffee shop de Amsterdam, una Tea House de Londres, un restaurante en Medellín o un bar en Cracovia. Este sevillano nacido en Córdoba lleva más de 20 años en el mercado de las tecnologías de la información y las telecomunicaciones. Tiene su domicilio en Mairena del Aljarafe pero viaja constantemente para asesorar a empresas de todos los sectores. La suya, fundada en 2007, es líder de formación en metodologías ágiles, una revolución que está cambiando el mundo laboral a nivel internacional. Ericsson, SAP, Oracle, Cisco, Vodafone, BBVA, Infojobs, Tuenti y Atrápalo, entre muchas otras, figuran en su cartera de clientes.

Medinilla pasó su adolescencia en Cádiz hasta que se instaló en Sevilla, ciudad de la que se considera un enamorado, para estudiar Telecomunicaciones. Hoy es consciente de haber pertenecido a una generación de ingenieros que terminó sus estudios en el momento en el que el mundo de la comunicación cambió para siempre: “Éramos una promoción especial y hoy seguimos en contacto. Al licenciarme, como otros, entré en Supercable, donde trabajé en proveedores, compras, proyectos tecnológicos y de internet… fue una época interesante de la que se ha escrito mucho. Cuando Retevisión nos adquirió, aquello empezó a desmantelarse, especialmente tras la caída de las ‘puntocom’. Se colapsó todo y decidí crear mi propia empresa”.

Aquella primera aventura en el emprendimiento resultó ser un fracaso para Medinilla. “Sabía que era difícil lograrlo en esta tierra nuestra pero además lo hice mal. Si hubiera leído El libro negro del emprendedor de Fernando Trías de Bes en aquel momento, me habría ahorrado el año 2003, cometí todos los errores que aparecen en él”, bromea. Tras el chasco, tuvo que reengancharse a la vida asalariada. Trabajó en Iberbanda, Mercurio y otros proyectos de la Junta de Andalucía relacionados con paliar la brecha digital en las zonas rurales de la región. Llevó internet a colegios, centros de salud, juzgados… pero el ritmo acelerado de cambios en las telecomunicaciones le ofreció la pista para una nueva posibilidad de inversión y fundó su consultora.

¿Cómo podría mejorarse la gestión del talento?

“Primero pensé centrarme en la gestión de proyectos, era en lo que más experiencia y formación tenía. Sin embargo, me di cuenta de que en este terreno se trabajaba mucho a fuerza bruta, sin la suficiente metodología. Vi que un proyecto podía estar bien gestionado y ser un fracaso. Sin embargo, ahí están productos como el iPad, que sale tarde, con un presupuesto que excede el inicial, en el que no están ni la mitad de las funcionalidades que habían pensado en un primer momento… ¡Y triunfa! Pensé que había que investigar no sólo la gestión sino cómo convertir un producto en un éxito”, expone. Más allá de las herramientas de organización, de los cronogramas y de los presupuestos había que centrarse en el talento y la creatividad de los empleados, formar equipos de alto rendimiento, de mejora continua…

Tradicionalmente, dos grandes corrientes habían abordado el mundo de los negocios desde esta perspectiva. Una es el Lean, surgida entre los 80 y los 90 en Japón, cuando Toyota empieza a funcionar con un sistema de producción que, destaca Medinilla, otorga a las personas un protagonismo “dramático”. La segunda, en la que se ha especializado, es la agilidad, un movimiento que nace en el mundo del software y que también prioriza a los equipos y a su interactividad por encima de esquemas obsoletos, planes, órdenes, etcétera.

Cuando comenzó a hablar de estas cuestiones, el ingeniero recibía miradas de incredulidad. “Era para ellos el loco que leía cosas de los americanos”. Nadie en España había tocado esta metodología que en otros países ya estaba completamente incorporada al mundo de la empresa y de la universidad. “Aquí, en cambio, tenemos profesores que siguen manejando libros de los 70, una aberración en el mundo de la tecnología, a menudo veo charlas universitarias que encuentro rancias, infumables. No tiene sentido en un mundo que te permite formarte gratuitamente a través de internet, donde puedes acceder, por ejemplo, a las lecturas del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Lamentablemente, hay un tapón generacional, gente a la que este cambio le ha pillado en una zona de confort”.

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La base de la agilidad

En 2009, tímidamente, comenzó a bullir una comunidad de personas vinculadas a las metodologías ágiles. Al año siguiente, ya hubo una primera conferencia sobre agilidad en el país. Él estaba allí, como estuvo en la última, celebrada en la celebrada el pasado septiembre en Madrid con la participación de más de 700 personas y el patrocinio de los principales desarrolladores de software y empresas tecnológicas del país. “Hoy por fin no tenemos que convencer de que lo que hacemos tiene sentido sino que son las propias empresas los que acuden a nosotros”. En tecnología, ya se sabe, todo es muy reciente. Hace dos años, cuando empezó a hablar de mindfullness, las empresas pensaban que sus portavoces habían vuelto del Tibet tras alcanzar el Nirvana. “Son cambios que requieren su tiempo, como la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos o el fin del apartheid en Sudáfrica, no se producen en un día. No es una moda, es un tsunami, una transformación absoluta de los entornos laborales, los fines de las empresas… y es bonito haber asistido a ella”.

Medinilla se apasiona cuando habla de este cambio en las reglas del juego, de cómo una marca, para ser hoy competitiva, debe entrar en una guerra para convertirse en la más innovadora y en la que mejor fidelice -“enamore”, elige él- al cliente. Pero ¿qué es en realidad la agilidad? Básicamente, según se recoge en el Manifiesto por el Desarrollo Ágil de Software, una piedra filosofal redactada en 2001 y aún en vigor, se sustenta sobre cuatro pilares: entrega temprana y continua de producto con valor, adaptación de los resultados a lo que pida el cliente, colaboración entre los equipos y mejora continua, esto es, que la empresa debe asumir el cambio como una dinámica natural.

“Si se sigue funcionando como hace dos años, algo falla. Hoy nadamos contra la corriente de la tecnología, que no deja de evolucionar, contra la de la competencia y contra la del consumidor, que hoy es voluble y caprichoso. Hay empresas que siguen pensando que por ser el número uno no deben cambiar, Kodak lo era y quebró. Y Panam y Lehman Brothers… Se sigue creyendo que la clave del mercado es ser el más grande. Hoy una empresa como Whatsapp, con 50 ingenieros, puede barrer del mapa todos los planes de mensajería móvil de las grandes teleoperadoras”.

No es cuánto, es cómo

En este sentido, cuando le consultan cuántos trabajadores tiene Proyectalis, él se plantea de qué siglo procede la persona que le ha formulado la pregunta. “Puedo trabajar en soledad, con seis partners o 100 si tengo que crear una marca a nivel internacional. Mi tarea se centra en empresas interesadas en la gestión del talento, no en el número de trabajadores. De la misma manera, lo del trabajo para toda la vida se acabó. Los sevillanos tenemos que dejar de aspirar al funcionariado. Da igual que las estadísticas hablen de altos índices de depresión en estos puestos, parece que la gente quiere trabajar triste pero insegura, ser infeliz pero para toda la vida. Se siguen valorando trabajos que requieran poco esfuerzo. ¿Cómo conectas esto con un propósito? Si la motivación sólo es la nómina, mal vamos. Hoy en día la sociedad puede aspirar a mucho más que a sobrevivir, cada vez más se busca una realización personal. Por otra parte, tenemos una mentalidad de permanecer en Sevilla sí o sí. Esta es una ciudad en la que el capital está muy concentrado, con una Administración exagerada. Y no, la Administración no es una industria”.

A su juicio, ha llegado el momento de buscar alternativas para la creación de empresas, aunque ello conlleve abandonar el confort de la propia tierra. “Hay sevillanos a los que se les acaba el mundo en Matalascañas. Muchos me preguntan si me merece la pena ir y volver a Madrid en el día. Yo no soy ni el más listo ni el más talentoso pero todos esos recursos están ahí. Se trata de abrir las miras, especializarte en un campo y persistir. Es una posibilidad que está disponible para todos pero que exige años de trabajo”.

Aunque la mayor parte de sus clientes proceden de Despeñaperros para arriba, Medinilla ha colaborado con empresas sevillanas como la desarrolladora de aplicaciones Aurora Labs, la puntera Bitnami (con cuyo fundador estudió y para los que impartió uno de los primeros cursos de agilidad) y Beetailer, que nació aquí pero que hoy tiene su sede en Silicon Valley. Todas han incorporado la agilidad a su ADN. En el futuro, pronostica, otras muchas se sumarán a esta revolución.