ANDREA BENÍTEZ Y MARTA CABALLERO

Muy cerca del centro, aunque sin aparecer en ruta turística alguna, nace la Avenida de Miraflores, una amplia vía que condensa las huellas del despertar industrial de la ciudad. Con ecos de las primeras fábricas levantadas por la burguesía sevillana y la llegada de desde otros puntos España y Europa entre finales del siglo XIX y comienzos del XX. El ladrillo y las viejas chimeneas de los edificios que han sobrevivido se mezclan con inmuebles más modernos, algunos emplazados donde antaño estuvieron estas áreas de producción, ante el enfado de asociaciones de vecinos como la de la barriada de Retiro Obrero, cuyo presidente, Basilio Moreno, ejerce una vez más como guía en la ruta programada para Jane’s Walk 2016. Precisamente esta actividad pone el acento en las que consideran flagrantes desapariciones.


Disfruta de la experiencia a pantalla completa desde aquí.

Antes de todo esto, Miraflores había sido un camino conocido como el del Arzobispo. Tras la construcción del Hospital de las Cinco Llagas, se compró el cortijo Miraflores con el objetivo de que suministrara a la nueva institución sanitaria. De este modo, el viejo recorrido empezó a acoger un notable trasiego y a conocerse con el sobrenombre de Miraflores. Con la llegada de la producción industrial, huertas como la de la Bartola o la del Pintanar fueron sustituidas por fábricas como la de vidrio, la de seda, la de tejidos… Algunos de los edificios que las albergaron todavía sobreviven en esta pintoresca zona de la ciudad llena de jardines y patios y que hoy experimenta un nuevo despertar con la llegada de multitud de jóvenes atraídos por la vida del barrio y su cercanía al casco histórico. Estos viejos inmuebles son los protagonistas de algunas de las paradas de una actividad cuyo fin es alertar sobre la importancia de cuidar el patrimonio industrial.