Hace unos meses, al hijo del piragüista Javier Reja (Sevilla, 1974) le encargaron un trabajo en el colegio. Tenía que escribir sobre un ídolo deportivo y narrar su trayectoria. El escolar decidió contar la peripecia de su padre, un palista que hoy, cuando está a punto de representar a España en los Juegos Paralímpicos de Río 2016, presume de la elección de su chaval como de la medalla más valiosa.
La vida de Reja posee la materia que tienen los grandes relatos. Antes de 2006 era un hombre deportista, miembro de una familia de cuatro hermanos criados junto al barrio sevillano de El Porvenir y educados también en la pasión por la actividad física. Aquel año terrible, un accidente de tráfico le dejó sin su pierna derecha. Y sin fuerza ni moral. No fue hasta 2009 cuando empezó a recuperar el ánimo siguiendo las recomendaciones de su traumatólogo, que le hablaba del valor terapéutico del deporte. Tres años después de aquel consejo, se había convertido en campeón del mundo de paracanoe en su primer intento. Hizo historia brindando el primer oro para España en la modalidad. Sólo llevaba un año entrenándose.
Antes de sus victorias, probó con la natación y, poco a poco, se fue animando con otras disciplinas como ciclismo y triatlón. Un día, paseando junto al Guadalquivir, se le ocurrió mientras observaba a los piragüistas que remar también estaba dentro de sus posibilidades. Fue preguntando por clubes y, al fin, en el Náutico de Sevilla, pudo subirse a una canoa por primera vez. En cuanto probó la libertad del agua dársena arriba, supo que aquel sería su deporte y su tabla de salvación. Sólo tuvo que adaptar al piragüismo la musculatura obtenida anteriormente.
«Vi en la dársena que las metas me las pondría sólo yo»
“En mi club nunca me ha faltado de nada. La canoa me permitía estar en contacto con la naturaleza y disfrutar de un ambiente estupendo, rodeado de la chavalería. Se convirtió en mi refugio, en un verdadero salvavidas. Al principio me distraía y disfrutaba de estar con la gente del club. Luego me di cuenta de que era una forma de demostrarme que las metas sólo me las ponía yo. Fue espectacular. ¿Cómo que no puedo hacer tal cosa? ¡Para nada! Ya buscaríamos la manera de lograrla. De acuerdo, correr no correré pero hay sillas especiales y prótesis que me permitirán acercarme a ello. Pienso que el que la sigue la consigue, quizás los deportistas con una discapacidad tenemos más dificultad a la hora de adaptarnos pero una vez que lo logramos, somos como los demás”.
Lo que más le motivó de la canoa fue que su práctica le permitía competir junto a atletas sin discapacidad, pues la modalidad adaptada está integrada en el Campeonato de Europa y en el del Mundo. “Compartes torneos con la élite del piragüismo mundial”. Javier Reja recomienda su disciplina para cualquier persona, en cualquier circunstancia, “desde el que quiera competir al que prefiera tener algo de actividad y echar un buen rato”. Con la embarcación que le cedió la Federación, gracias a la cual logró disminuir las molestias en su cadera, consiguió quedar segundo en el Europeo, su primer podio internacional. Al año de empezar a competir, logró ese récord inaudito para un deportista tan novel, ganar el Mundial. “No me lo podía creer. Vi a los compañeros saltando y luego miré a la pantalla y lo comprobé. Se me hace un nudo en la garganta el recordarlo”.
A Brasil concurría con cierto temor, pues recientemente el COI decidió que en los Juegos se competiría en la modalidad de kayak. “La adaptación me ha costado mucho trabajo, no me encuentro bien anclado y no transmito la misma fuerza que en la canoa. En el kayak el movimiento implica cadera, y eso es más costoso para alguien con una discapacidad como la mía, pero he estado trabajando a contrarreloj… La pena es que antes peleaba por ganar medallas y ahora por sobrevivir. No obstante, he logrado la clasificación y antes de competir he estado ajustando mi técnica para ver qué podemos hacer, si logro encontrar el punto necesario. El tiempo ha jugado en mi contra pero seguimos dando el callo”. Con todo, Reja acabó tercero en la semifinal de KL2 del Mundial de paracanoe y octavo en la final, grandes resultados para lograr el pasaporte a Río, donde ha conseguido una meritoria décima plaza. Culminó los 200 metros del recorrido en un tiempo de 52.389, a menos de tres segundos del corte, delimitado por el alemán Ivo Kilian (49.737).
Cuando habla de esfuerzo, el piragüista habla de deporte mañana y tarde, de una dieta especial nada amable para alguien a quien le encanta comer: “Es lo que peor llevo”, asume resignado. Cada día desde primera hora se entrena en el agua. Después acude al gimnasio y a la piscina, luego almuerza, vuelve a la dársena…
“Los entrenamientos son tan duros como los de un atleta normal. Al tener menos movilidad en las piernas, me ayudan a bajar el barco a la agua pero, una vez allí, soy uno más, si el entrenador tiene que echarme una bronca, me la echa igual que a los demás. En fin, llegas muy cansado a casa pero es lo que quiero hacer. En el deporte, como en la vida, hay que tener constancia. Una vez que haces el trabajo bien hecho, las cuentas salen”, asegura este campeón que, además, a sus 42 años, tiene el mérito de ser el piragüista más veterano en los Juegos de Río. “En las modalidades adaptadas muchos empezamos a competir tarde, pero es bonito que puedas estar ahí siendo más mayor. Ahí tenemos a Sebastián Rodríguez del Oso en natación, que va para los 60 años y seguro que pide medalla en Brasil. Yo de momento me encuentro bien, el tiempo dirá cuánto sigo. Si acaso cambiaré de modalidad”.
«Siempre compensa porque vas a por una meta»
Como cualquier deportista, Reja es consciente de la renuncia que implica la alta competición. Con el cambio de piragua a kayak, su verano ha consistido en una entrega absoluta a la compleja adaptación. “Siempre compensa porque vas a por una meta, que es lo que importa. De todas formas, lo más bonito es que mi niño de ocho años me tenga de referente. Ni él ni mi mujer me han acompañado a Río porque la situación es complicada y no pueden estar en la Villa Olímpica, pero es maravilloso verles sentir orgullo”.
Reja reclama patrocinadores para un deporte minoritario como es el suyo. “Las ayudas son cortitas por no decir nulas. Para lograr una beca ADO, tienes que estar entre los cuatro primeros. Con el oro, la mensualidad sube a 1.700 euros pero tienes que renovar el podio para no perderla. En fin, no es por dinero por lo que estoy aquí. Si fuera por eso, mejor me acostaría”, bromea. Al futuro le pide seguir compitiendo y que los próximos Juegos de Tokio pueda enfrentarlos en canoa. Sus ganas son absolutamente inspiradoras: “Quizás también pruebe en otros deportes, sigo compitiendo en ciclismo adaptado, triatlón… si me gusta, no hay límite”.