MARTA CABALLERO

Era una niña cuando la arqueología se convirtió en uno de sus juegos predilectos. Estaba creciendo en una familia en la que visitar monumentos y museos formaba parte de la cotidianidad. Myriam y sus hermanos eran siempre los más pequeños del grupo. Su padre, el prestigioso orfebre Manuel Seco, la animaba a proceder como una arqueóloga, le contaba historias, la empujaba a escudriñarle al pasado todas las respuestas. En el colegio, le encantaban las clases de Historia. Mesopotamia, Egipto, qué mundos fascinantes. Lo recuerda, en un despacho del Museo Arqueológico de Sevilla, Myriam Seco (Sevilla, 1967), egiptóloga y primera figura de la arqueología internacional, directora de la excavación y del proyecto de restauración del templo de Tutmosis III, en Luxor. 

En el momento de esta entrevista, Seco pasaba unos días en Sevilla para asistir a un curso junto a otros expertos internacionales centrado en las excavaciones del templo y organizado por la Universidad de Sevilla y el Museo Arqueológico. Titulado Tebas Eterna. El templo de Millones de Años de Tutmosis III, las plazas se agotaron 48 horas después de su anuncio. La arqueóloga celebra este éxito en casa y que el Departamento de Prehistoria y Arqueología se involucrara convalidando el simposio por créditos para los alumnos inscritos.

P.- ¿Por qué eligió Egipto?
R.- Es una civilización que tiene mucho gancho, estudiándola se pueden aprender muchas cosas. Lo que más me apasiona es lo profesionales que eran: el trabajo de la tierra, el conocimiento del cielo. Esa perfección es la que le atrae a todo el mundo. Cómo transportaban los enormes bloques de piedra, cómo tallaban con los útiles que tenían. Yo trabajé en Darshur, en la pirámide de Snefru, y ahí fui muy consciente de esa pericia. Los lados de la pirámide tienen una línea en el suelo a partir de la que ellos construían. Mientras estuvimos allí trabajando con el teodolito, haciendo mediciones, se nos ocurrió comprobar toda la cara de la pirámide, un extremo y el otro y el ángulo recto respecto con la estación total. Queríamos ver si se desviaba algo. Y no, ni un milímetro, era perfecto«.

Renunciar para lograrlo

Supo muy pronto que sería un camino arduo, abrupto, y que si de verdad quería dedicarse a aquello que le entusiasmaba, la entrega debía ser absoluta. En el desarrollo de su carrera también tuvo que ver el catedrático Francisco Presedo Velo, una eminencia en el campo. Seco había estudiado francés pero fue su profesor quien le aconsejó que aprendiera alemán, pues casi toda la bibliografía estaba publicada en esta lengua. Se marchó a Tubinga (Alemania) de Erasmus y allí, mientras se adentraba en el nuevo idioma, se dio a conocer en su instituto de egiptología a Gustav Gamer y a su esposa Ingrid, grandes expertos que la apoyaron en su empeño, prolongando su estancia en la ciudad un año más gracias a una beca.

Su tesón fue otra de las claves para acabar logrando sus objetivos. Renunció a vivir en casa, entre otras comodidades. “Mientras estudias vas haciéndote tus planes, tienes una idea de lo que quieres hacer… pero luego llegas al mundo laboral. En mi caso, el salto fue trágico. Ese periodo entre terminar la tesis y empezar a reengancharte en trabajos. Fueron unos años complicados”, recuerda con un gesto de cansancio.

Fue hábil, se apuntó a un curso intensivo de arqueogía submarina, una disciplina que en Egipto no había hecho sino arrancar. Con su diploma se presentó en Alejandría a los responsables del Instituto de Arqueología de Texas, que la contrataron para su proyecto de estudio de los restos del Faro de Alejandría y en la elaboración de cartografía del puerto exterior de la ciudad.

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Myriam Seco en el Museo Arqueológico de Sevilla. Foto: Andrea Benítez.

Y luego perseverar

Seco sabe que en ese ínterin muchos compañeros tiraron la toalla. Ella se negó a rendirse: hizo las maletas y se marchó para no volver. A Egipto, a Líbano, a Libia. A la aventura, a lo que le saliera, sin tener nada asegurado, sólo su conocimiento en la disciplina. Vocación total y flexibilidad para mudarte de un lugar a otro, de un equipo internacional a otro, son los atributos que repite insistentemente en relación a sus logros.

Estuvo en el Egipto Medio, en Luxor y, como se ha dicho, en Alejandría… diez años de vivir donde iba saliendo el trabajo. “Resido en Egipto desde el año 98. Hace 10 que tengo mi casa en El Cairo. Me siento muy cómoda, me he adaptado a la vida allí. Viajo con frecuencia a España para dar cursos y poder comunicar lo que hacemos, soy profesora en la Universidad de Granada, en verano vivo en Tubinga para trabajar con los universitarios de la ciudad… Todo este trajín me ha ayudado a acumular experiencias, a trabajar con equipos muy diferentes y a aprender de todos ellos. Los primeros años en movimiento constante me convirtieron en una persona más abierta y con más información en caso de que algún día realizara mi propio proyecto”.

Y ese día llegó. El templo funerario de Tutmosis III fue la recompensa a todo ese esfuerzo, la oportunidad de aplicar su bagaje a un trabajo y una forma de proceder personal para el descubrimiento del pasado. Comenzaron en 2008 y hoy coordina sobre el terreno a 32 especialistas, la mayoría españoles, aunque en su equipo hay también un libanés, una canadiense, un alemán, una austriaca… además de los arqueólogos e inspectores de Egipto. Epigrafistas, arqueólogos, restauradores, ingenieros, fotógrafos, inspectores, arquitectos… 

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A.B.

Además de las decenas de obreros, muchos de los cuales se acercan por la carretera a pedirle trabajo cada día. “Los arqueólogos continuamos procediendo incluso durante la Revolución, hubo periodos complicados pero no nos detuvimos. La arqueología es de las pocas fuentes de ingresos fijas que aún quedan en el país. Las misiones arqueológicas extranjeras, y hay en torno a 300, generan mucho trabajo. Yo tengo 150 obreros, que son 150 familias, pero hay que contar también que alquilamos casas, coches… A Egipto le viene muy bien porque el turismo ha caído en picado y eso lo noto en la contratación de albañiles. Los primeros días de una campaña se te juntan 500 personas pidiendo trabajo. Antes estabas una semana con el equipo seleccionando personal. Hoy la contratación está abierta durante los tres meses porque no para de venir gente a pedir trabajo. Da una pena grandísima”.

Cuando empezaron, hace ocho campañas, sólo eran ocho personas. No fue fácil pero el templo les fue dando sorpresas desde el primer momento. “Hemos ido ampliando las líneas de investigación. No sólo trabajamos el templo de Tutmosis III sino que debajo hemos encontrado toda una necrópolis del Imperio Medio. Tenemos materiales de esa época, de la de Tutmosis III y en uno de los sectores hallamos una ocupación de la época de Ramsés II… En todos los casos hablamos de materiales de primera clase”, enumera con auténtica fascinación. Gracias a sus estudios, hoy saben que esa necrópolis estaba destinada a personas de la alta sociedad del periodo.

Un conjunto de joyas inesperado

Foto de Myriam Seco en el templo de Tutmosis 2Pero si hubo un momento bonito, un instante eureka, fue cuando descubrieron el ajuar que se escondía en una de las tumbas. Debido a que el techo se había hundido, los saqueadores no pudieron acceder a las joyas, un conjunto formado por colgantes, pendientes y amuletos de oro y una toquillera de plata, entre otros objetos, que les brindó una valiosa información del rango social de esa necrópolis de finales de la XII dinastía. “El año pasado celebramos una exposición en el Museo de Luxor con todas estas piezas y mostramos los mejores resultados de estos últimos años. He hecho presentaciones por todo el mundo, he dado cursos… y me encanta también llegar a Sevilla y comprobar que hay tantos estudiantes interesados en lo que hacemos. Tener tan buena acogida en casa es muy grato”.

En opinión de la arqueóloga, los estudiantes presumen hoy de una gran formación, además de un interés y un dominio del inglés insólitos. “En mi época, la participación con preguntas en otro idioma durante una conferencia era impensable”, compara. Actualmente, su equipo tiene varios convenios con estudiantes de Tubinga  y de la Universidad de Granada. Algunos realizan prácticas en el yacimiento; otros, tesis sobre materiales hallados en el templo. “Son colaboraciones muy positivas tanto para Egipto como para España. Estos convenios enriquecen el proyecto, la imagen de los estudiosos españoles y abren líneas de investigación. Ahora mismo se están escribiendo dos tesis y en enero un miembro de mi equipo leyó la suya en Granada. Me gustaría poder colaborar también con la Universidad de Sevilla, por eso cursos como éste son muy positivos”.

 

Seco calcula que el trabajo en Luxor les tomará diez años más. Una tarea que, se empeña en recordar, no sería posible sin sus patrocinadores (Santander Universidades, Fundación Botín, Cemecs y la Universidad de Granada). Pero, entretanto, también desearía retomar la arqueología submarina, en la que no trabaja desde 2011.

«Estuve involucrada en un proyecto de este tipo en Líbano pero me gustaría hacer lo propio en Egipto, donde hay mucho por descubrir tanto en el desierto oriental como en el occidental. En este país la arqueología subacuática se ha tocado muy poco. Se ha trabajado en Alejandría con la época Ptolemaica pero en el Antiguo Egipto está sin explorar. Sucede también en las zonas que se han poblado, como en la del Delta, donde ha habido asentamientos de época actual. No obstante, nos queda tiempo de excavación en el templo y ahora estamos también empezando a hacer la puesta en valor del yacimiento. Hemos comenzado con la musealización, que hoy es obligatoria, y hacerla en su totalidad va a llevarnos varios años. Está iniciada ya en el segundo patio pero es costoso. El objetivo es que se convierta en un museo al aire libre, que sea uno de los monumentos visitables en Egipto”.

El patrimonio de la Humanidad y la amenaza del IS

Preguntada por el riesgo arqueológico que padecen los monumentos de Oriente Próximo debido a los conflictos más recientes en la región, Seco confirma que parte del patrimonio de la Humanidad está en serio peligro: “Vivimos en una época de locura, el mundo ha enloquecido con estas barbaridades producto de los extremismos en países que hoy son todos un desastre. Irak, Siria, Afganistán… No pueden compararse con Egipto, donde hay un control. Se tiende a homogeneizar el mundo árabe pero no es lo mismo Siria que Libia, Túnez que Egipto. Debemos esforzarnos en evitar generalizaciones. Yo he visto crecer en Egipto la preocupación por su propio patrimonio, su formación, sus leyes respecto a la obligatoriedad de musealizar cada proyecto. Esto nos permite seguir avanzando en el descubrimiento de este impresionante pasado”.

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