Mientras trabajaba en pleno Manhattan, al biólogo Alberto del Valle Rodríguez le propusieron un exótico cambio de destino. Le habían hablado de la posibilidad de mudarse a Abu Dhabi para poner en marcha un nuevo laboratorio de la Universidad de Nueva York, institución para la que llevaba trabajando siete años. Sabía muy poco de Emiratos Árabes pero desde siempre le habían motivado los retos. Viajó al país, lo conoció y aceptó el desafío. Una vez allí, se encontró con un presupuesto soñado por cualquier investigador. “Hay dos marcas que fabrican la máquina que necesitamos, ¿cuál escojo?”, le preguntaba a su director en Estados Unidos. “Compra la mejor”, le contestaba él. Una maravilla.
Del Valle nació en Sevilla en 1976 y se crió entre Bami y Tomares. Estudió en el Centro Docente María en Mairena del Aljarafe, un colegio al que está agradecido por la forma que tiene de ayudar a desarrollar el potencial de sus estudiantes. Cursó BUP en los Padres Blancos, en el barrio de Los Remedios, y COU, por decisión propia, en el Instituto Fernando de Herrera. “El cambio ha sido una constante en mi vida”, anticipa. Tras la Selectividad, eligió la carrera de Biología, interesado como estaba por el origen de la vida, las células, los animales… no había sido el mejor estudiante en sus años de bachiller pero sí lo fue en la carrera, en cuanto pudo centrarse en aquello que le gustaba de verdad. “Tengo un tío biólogo y mi padre es médico pero la elección se debió a mi propia curiosidad”, aclara. No obstante, en su familia sí le habían inculcado el gusto por leer, viajar…
Casi desde el principio de la carrera tuvo claro que quería dedicarse a la investigación. Durante el cuarto año en la facultad estuvo de alumno interno de un departamento y decidió que haría la tesis al terminar Biología. Hizo el último examen en junio del 99 y en enero ya era un doctorando. Los meses que median entre una y otra fecha los aprovechó para viajar. Sabía que quería irse fuera, de modo que realizó entrevistas para laboratorios en Madrid, Estados Unidos y México. Sin embargo, le sedujo el carisma de José López Barneo, hoy director del IBIS, y eligió quedarse en la ciudad con él como director de tesis. “El laboratorio y trabajar junto a López Barneo en el Departamento de Fisiología Médica y Biofísica era el único que valoré a la hora de quedarme en la ciudad”, recuerda.
Junto a López Barneo, un entusiasta de la ciencia traslacional y con impacto inmediato en la cura de enfermedades humanas, se trasladó al Virgen del Rocío. A priori, le interesaban más el parkinson y la neurociencia pero la plaza libre estaba en cardiovascular, con el doctor Juan Ureña. No tardó en motivarse: pocos meses después, sus investigaciones empezaron a dar resultados interesantes. “Estudié la arteria basilar, que es la principal arteria que irriga el cerebro. Las investigaciones de mi tesis encontraron un nuevo mecanismo por el que los canales de calcio de la membrana celular conectan con reservorios de calcio intracelular, dando a estos un papel importante en la contraccion de la arteria que antes se desconocía. Aunque el trabajo principal se hizo en ratas, reprodujimos resultados en otros organismos como el ratón, el conejo y el cerdo, lo que muestra la ubicuidad de este mecanismo. Su estudio nos acercaba a dianas contra distintas patologías como el ictus o la hemorragia subaracnoidea”.
Viaje a Nueva York
Fue una época interesante pero que no logró aplacar su interés por vivir en otro punto del mundo. A los 15 años de edad, durante un intercambio a Nueva Jersey, había estado de excursión en Nueva York quedando prendado de una ciudad que, precisamente, es una de las capitales del mundo con más laboratorios de investigación biomédica. “Tenía claro que quería vivir allí, era relativamente fácil encontrar sitios interesantes en los que seguir trabajando. Durante la carrera me dio clase José María Delgado García, un profesor de los que te marcan, y él me convirtió en un apasionado de la neurociencia. Tuve suerte, esta vocación coincidió con que, de nuevo, había una plaza para mí junto a un investigador que me interesaba y que se convertiría en mi jefe y maestro, Claude Desplan. Es muy frecuente que la gente continúe con la temática de su tesis, pero no es necesario. Yo cambié de campo”.
Manhattan le estaba esperando pero antes pasó cuatro meses viajando, incluido un periplo por India de mes y medio. Había leído la tesis en enero y ese mismo mes agarró la mochila. En abril finalizó su tourné en Nueva York. Aquel traslado suponía empezar de cero en todo. “Fue un shock pero no traumático. Enseguida conocí a otros investigadores, expatriados llegados de todo el mundo. La ciudad cambia mucho de verla como un turista a hacerlo como un residente”, describe.
No le fue nada mal. Vivía en el Village, en pleno Washington Square, donde la Universidad de Nueva York les ofrecía a los trabajadores de post doctorado un apartamento a un precio en torno al 40% de lo que costaba un alquiler. Cuatro años después, el gusanillo de ir más allá de Manhattan le motivó para mudarse a Brooklyn, un barrio “lleno de vida y con una increíble oferta de ocio” que le permitió conocer otras zonas de Nueva York: “Manhattan es como una burbuja. Desde allí, todo lo de fuera, una fiesta en el Upper East Side, por ejemplo, te parece lejana. Me vino muy bien ese cambio”.
Nuestro parecido con la mosca
De vuelta a su trabajo, en Estados Unidos Del Valle se especializó en el estudio del desarrollo cerebral de la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster), en concreto en el lóbulo óptico, la estructura más compleja de este organismo. También aquí tuvo que partir de la nada. Era un sistema con el que no estaba familiarizado pero que le apasionaba, una biología muy básica que, en cambio, puede tener impacto en enfermedades neurodegenerativas o incluso el cáncer. “Las rutas metabólicas y un gran porcentaje de los genes de este animal son iguales a los humanos; mutaciones en un mismo gen originan cáncer u otras enfermedades tanto en la mosca como en nosotros, por lo que constituye un excelente modelo de estudio. Lo que yo estudio es cómo un reducido numero de celulas madre neuronales genera una enorme diversidad neuronal en el cerebro de la mosca”.
Aunque en Sevilla su centro de trabajo contaba con una notable financiación, pues López Barneo había conseguido la cuantiosa beca de la Fundación Juan March, entre otras ayudas impensables en comparación con otros núcleos de investigación en la ciudad, también quedó impresionado con los medios de la Universidad de Nueva York. “He tenido suerte en este sentido, el grupo en el que estuve en América estaba apoyado por el Gobierno, pero soy consciente, por lo que cuentan otros investigadores y amigos, de lo que se ha recortado aquí y allí, pues también al otro lado del Atlántico han pasado penurias de cara a lograr financiación, sobre todo en campos de menos relumbrón o que no están de moda en un determinado momento. En cualquier caso, es obvio que el nivel económico es superior a España y que han tenido más cordura a la hora de mantener una línea de apoyo a la investigación a pesar de la crisis, manteniendo el I+D como un objetivo fundamental. En España, en cambio, la política es muy cortoplacista”, compara.
Mudarse al desierto
Estaba rematando su proyecto en Nueva York cuando su jefe depositó sobre su mesa la posibilidad del desierto. Era feliz con su vida neoyorquina pero es de los que piensa que es preferible marcharse de los lugares cuando uno está bien y no hastiado. Acudió a un congreso que organizaba la propia Universidad de Nueva York en la capital del emirato y terminó de convencerse. “La experiencia de montar un laboratorio desde cero era interesante en caso de que quisiera tener el mío propio en el futuro. Me encargaría de gestionar los recursos, el personal… con la salvedad de que no tenía límite de dinero debido a la abundancia de un país que, como en otros campos, estaba interesado en importar cultura y ciencia de Europa y de Estados Unidos”.
Tradicionalmente, la investigación en Abu Dhabi ha sido escasa pero, desde hace unos años, el Gobierno mantiene una apuesta decidida de no escatimar en esta materia. “Lo importante ahora es que esa inversión sea sostenible y que se integre en la ciudad. Diría que, hasta ahora, un 99 por ciento del personal y de los estudiantes son de fuera. Todos los alumnos que están allí tienen becas con todo incluido lo cual, unido al prestigio de la universidad, hace que se interese gente de todo el mundo. Esto hace que en varias ocasiones el acceso haya sido el más selectivo del mundo, con estudiantes de 40 nacionalidades, compitiendo con Universidades como Harvard, Standford o el MIT”, explica.
No existe aún un cupo para estudiantes emiratíes, los que lo han logrado simplemente superaron los requisitos. La idea, adelanta el doctor, es que la situación cambie. “La intención de mi universidad es que se expanda la cultura investigadora y que Abu Dhabi sea algo más que un lugar de turismo y petróleo. Tengo muchas ganas de ver cómo está el país dentro de 25 años, el que se está produciendo allí es un experimento interesante. Van a necesitar muchos recursos para mantener el crecimiento de las últimas décadas y que la estructura que han levantado se transforme en una verdadera sociedad del conocimiento. Si lo logran, creo que puede ser un lugar muy prometedor más allá del turismo, los grandes rascacielos… Por otra parte, tengo la sensación de que existe en esta nación un grupo de personas con inquietudes, gente que de verdad quiere hacer algo. Son conscientes de que el petróleo no va a durar para siempre y de que se tienen que poner las pilas”, comenta Del Valle, que planea residir allí unos cuatro años más.
La caída del petróleo, amplía, ha hecho aumentar la apuesta por el I+D. No es que se pueda hablar de crisis, porque la opulencia es aún completamente palpable, pero sí hay ciertos sectores que empiezan a resentirse: “Tengo amigos que trabajan en la construcción y que ya están teniendo problemas, retrasos en los pagos… Por otra parte, los sueldos se están congelando. Hay mucha gente que se trasladó al país porque allí le doblaban sus condiciones económicas. Hoy, en cambio, el precio de la vivienda ha aumentado pero no los salarios. Ahora están pensando en poner impuestos y se están ejecutando una serie de medidas que anticipan una situación diferente en el futuro”.
Un puente entre Sevilla y los Emiratos
Actualmente, el investigador intenta poner en marcha un proyecto de enseñanza con la vocación de aumentar el número de estudiantes del emirato, para que en adelante sean ellos quienes se hagan cargo de la investigación nacional. Ya se ha reunido con profesores y personal del Ministerio de Educación; si la iniciativa sale adelante, su verdadero sueño sería aprovechar la potencia económica de Emiratos Árabes para que esos estudiantes puedan acudir a formarse durante un tiempo a Sevilla e importar el conocimiento adquirido a su lugar de origen.
Tiene a su cargo a seis personas en el laboratorio y pronto se incorporarán algunas más. Tuvo que enseñarles todo acerca de la mosca de la fruta pero hoy, presume, ya tienen en marcha sus propios proyectos. Actualmente, Del Valle estudia cómo las células madre de la larva dan lugar a unos 80 tipos de neuronas con diferente forma y función y centra sus esfuerzos en comprender esta diversidad. Además, gestiona otros proyectos como uno para el que le dio la clave un tío suyo matemático y que está realizando en colaboración con los profesores de la Facultad de Informática de la US José Ramón Portillo y Martín Cera. “Hemos terminado un artículo hace poco que esperamos publicar en una revista internacional. Es una colaboración bonita, porque he trasladado a Sevilla algo de mi trabajo en Abu Dhabi. No es la cura del cáncer pero sí una aplicación que no se había hecho antes”, se alegra.
Vivir en Abu Dhabi
En el plano personal, la vida en Abu Dhabi pasa primero por el choque cultural. Hablamos de un Estado en el que un 80 por ciento de la población no es local. No obstante, Del Valle describe la capital como un enclave abierto y acostumbrado a recibir foráneos. “Hay zonas con iglesias católicas, protestantes… se respira tolerancia. Comparar Emiratos con Arabia Saudí es como poner en el mismo saco a España y Colombia, por ejemplo”, señala acerca de la tendencia occidental de homogeneizar el mundo árabe.
“Por supuesto, la tradición pesa y el papel de la mujer está soterrado. Sin embargo, el porcentaje de universitarias ha aumentado hasta superar con creces al de hombres. Para ellas el estudio es una forma de liberación, lo cual está cambiando la forma de ver la vida. No obstante, una vez que se han asentado laboralmente, se casan y, cuando eso sucede, más por decisión que por imposición, dejan de trabajar, parece que fuera un paso asumido, aunque esto también está cambiando. Han avanzado sobremanera, hablamos de un país que hace cuatro décadas era de pastores, pescadores y recogedores de perlas. Es impresionante la apertura que ha logrado”, insiste.
La ciudad, cuadriculada como es, no le resulta especialmente bonita pero sí agradable y segura (“puedes pasear a las 4 de la madrugada en cualquier zona sin temor a que algo te suceda”). Posee, además, un hermoso litoral y opciones de ocio que incluyen la Fórmula 1, excursiones al desierto, donde hay cañones con impresionantes caídas de agua, o a los preciosos paisajes de montaña, además todo tipo de actividades deportivas. “Si te gusta la naturaleza, es un buen sitio para vivir. Además, por su cercanía al Sureste Asiático y gracias a la inversión en aerolíneas, es posible realizar escapadas de fin de semana a otros países fascinantes”.
Tras una carrera dedicada a la investigación, entre sus anhelos destaca la docencia. “Si funciona mi plan de potenciar este aspecto en Abu Dhabi, estaré allí unos años más. Vivo con mi mujer y los dos estamos contentos, no hay una urgencia de regresar, pero sí insisto en mi interés de crear ese puente entre los Emiratos, la Universidad de Nueva York y la de Sevilla. Creo que lo podemos lograr”.