A Pablo Huertas (Sevilla, 1974) el gusto por la investigación se lo inculcaron en casa. Hijo de un catedrático y de una maestra, este doctor en Biología aprendió muy pronto, junto a sus hermanas, la importancia de la educación. Hoy es él quien imparte clases, arañando horas al reloj para compaginar esta vocación con otro tipo de enseñanza, la que aporta al equipo del Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa (Cabimer) que dirige en la Isla de la Cartuja. Es uno de los más eminentes investigadores andaluces y sus avances en el campo de la genética le han llevado a ser señalado como el único joven científico español destacado en la edición 2015 por la Organización Europea de Biología Molecular.

Criado entre Sevilla y Umbrete, realizó su tesis en el Departamento de Genética de la Facultad de Biología de la Universidad de Sevilla (US). Tras defenderla en 2004, se marchó a Inglaterra para trabajar en un Centro de Investigación de la Universidad de Cambridge, el Gurdon Institute. Sin embargo, en 2010 regresó a España con un contrato Ramón y Cajal gracias al cual pudo regresar a la US. Fascinado por la genética («cuando por primera vez estudié las leyes de Mendel quedé prendado de ella»), desde su laboratorio tratan de entender cómo hacen las células para arreglar su ADN cuando éste se rompe, y la importancia de que este proceso se dé correctamente en el desarrollo de diversas enfermedades, incluyendo el cáncer.

P.- ¿Por qué eligió dedicarse a la investigación?
R.- Mi familia ha sido clave en mi formación. Mis hermanas y yo hemos vivido muy de cerca la importancia de la educación. De hecho, mi hermana mayor es profesora de instituto y mi otra hermana y yo damos clase en la Universidad. Además, mi padre, José Luis Huertas, ha sido un científico bastante reconocido a nivel nacional e internacional, es físico, como mi hermana mediana. Desde muy pequeños también nos inculcaron el valor de la investigación para el progreso de la sociedad. Por eso desde siempre dije que quería ser científico y siempre en el área de ciencias de la vida. Aunque mi padre intentó convencerme para que siguiera sus pasos, yo me decanté desde niño por la Biología o la Medicina. Creo que me influyeron mucho algunos programas de la televisión (Mas vale prevenir, los documentales de Félix Rodríguez de la Fuente…) y el hecho de que en el instituto tuve una serie de excelentes profesores de Ciencias Naturales, sobre todo de Biología.

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P.- ¿Cómo fueron los años de carrera?
R.- Fue un periodo muy bonito. Biología me resultó muy atractiva, casi todas las asignaturas me encantaron y también conocí a varios profesores brillantes. Además, me hice con un grupo de amigos fantásticos, gente con las mismas inquietudes y aspiraciones que yo. Aunque he perdido el contacto con muchos de ellos, siempre es genial cuando nos volvemos a ver.

P.- En esa época, los estudios sobre el genoma no estaban ni mucho menos tan avanzados como ahora. Hasta 2003 no se completa la secuencia del genoma humano. ¿Por qué eligió esta vía de investigación? ¿Era ya un tema recurrente en el aula? ¿Qué le apasionó del tema?
R.- Cuando por primera vez estudié las leyes de Mendel quedé prendado de la genética. Me maravilló su simplicidad unido a su gran poder para explicar las cosas. Además, en cierto sentido es la parte de la biología más analítica y más cercana a otras disciplinas como las matemáticas, que era otro tema que siempre me apasionó. Con el tiempo me di cuenta que para entenderla hay que centrarse en el soporte físico de los genes, que es el genoma. También influye un poco el destino. Tuve la suerte de que uno de mis profesores preferidos, Andrés Aguilera, era un experto en el campo de la inestabilidad genética. Cuando terminaba mi curso de tercero, me ofreció la posibilidad de entrar como alumno interno en su laboratorio. Me gustó tanto el tema que al final hice la tesis bajo su dirección.

P.- ¿Cuál diría que es su fuerte como científico? ¿Qué factores le llevaron a brillar de forma precoz? ¿Cuáles estima que le ayudarán a seguir haciéndolo en el futuro?
R.- Creo que lo que distingue mi forma de hacer ciencia es que intento proceder de manera original. En parte es una forma de supervivencia, debido a la baja financiación que existe en España. Es imposible competir a base de hacer lo mismo que hace gente que tiene diez veces más financiación que tú, por eso mejor hacer las cosas distintas. También tengo intuición para elegir buenos proyectos. Soy capaz de, basándome en los datos que se conocen, plantear proyectos interesantes que suelen funcionar.

P.- Realizó su postdoctorado en Cambridge. ¿Cómo resultó su experiencia allí?
R.- Fue una etapa fantástica, tanto a nivel profesional como personal. Me permitió conocer a otra cultura y vivir en un entorno muy internacional, con amigos de todo el mundo. Además, mi pareja y yo empezamos a vivir juntos. Profesionalmente descubrí cómo se hacen las cosas cuando uno puede jugar en primera división en términos de financiación. El equipo en el que estuve integrado era de gente de máximo nivel, muy competitivo en el mejor sentido de la palabra y formado por gente muy brillante.

«Otros países tienen más asumida la importancia de la ciencia»

P.- ¿Nunca sintó la tentación de quedarse trabajando fuera de España? ¿Aprecia una gran diferencia en la investigación científica entre unos países y otros?
R.- Probablemente si no hubiera tenido pareja me hubiera quedado en Gran Bretaña. Allí la ciencia es muy diferente. Los niveles de financiación están a años luz, y las infraestructuras son mejores. Cuando David Cameron llegó al poder y recortó en todos los apartados, la ciencia fue de las pocas cosas que se mantuvieron, y aun así pidieron perdón por no poder incrementar el presupuesto. Esta cuestión también refleja la diferencia social. En Gran Bretaña tienen muy asumida la importancia de la ciencia como motor de desarrollo, y eso ocurre no sólo a nivel político sino de la gente de la calle. Mucha gente, incluso de pocos recursos, dona a fundaciones privadas para que se investigue, de igual modo que aquí donamos para Cruz Roja o Médicos sin Fronteras. Los científicos tienen visibilidad real en la prensa y en el Parlamento, y a sus representantes se les escucha. Nada de eso ocurre aquí.

P.- Durante años, la investigación en España ha sufrido la fuga de talentos a otros países. ¿Cree que está menguando este problema? ¿Es complicado seguir investigando en un país donde el recorte en la ciencia lleva años siendo flagrante?
R.- El problema no es sólo el recorte, que es grave, sino lo que representa, un desprecio absoluto por la investigación. No existe un plan a largo plazo, las reglas del juego se cambian cada dos por tres. Es muy difícil obtener plazas estables. Todo eso hace que mucha gente se vaya y no vuelva. Y desgraciadamente los científicos que se van suelen ser los mejores, ya que son los más competitivos y los que pueden obtener trabajo fuera. Además, no somos un país atractivo para que gente de otras nacionalidades venga a establecerse. Por lo tanto, no atraemos talento exterior y perdemos el interior. Es una tragedia.

Estos años están siendo muy duros, especialmente para los grupos jóvenes. Hay mucho menos dinero, se han cambiado las reglas para beneficiar a los grupos establecidos. Las convocatorias nadie sabe cuándo van a salir, y mucho menos a resolverse. Por poner un ejemplo, en un proyecto mío que empezó oficialmente en enero de 2014 la primera partida de dinero no llegó hasta diciembre de 2014. Eso significa que durante un año debíamos trabajar sabiendo que teníamos la financiación concedida pero sin poder utilizar ese dinero. Así es muy difícil planear nada.

P.- ¿Cómo es su día a día en el Cabimer. ¿Cuál es su dinámica de trabajo?
R.- Mi laboratorio lo forman 13 personas, incluyéndome a mí. Una asistente administrativa, que se encarga del papeleo. Una ‘las manager’, que organiza el laboratorio, gestiona todas las compras, y también hace experimentos. El resto son estudiantes de doctorado y postdoctorales. Cada uno de ellos sigue su línea de investigación propia en temas relacionados, a veces los temas convergen y trabajan en equipo. Yo me encargo de coordinar todos los trabajos y supervisarlos, guiando lo que hacen con ideas y sugerencias. También me ocupo de obtener financiación. Mi día se reparte en hablar con los miembros del equipo para que me digan cómo van los experimentos y sugerirles vías de actuación -la parte más divertida-, y otra parte más de trabajo de ordenador en la que escribo proyectos para obtener financiación, o informes sobre cómo van esos proyectos. Además, me dedico también a escribir y leer artículos científicos y, durante el primer cuatrimestre del curso académico, imparto clases de grado y master en la universidad.

P.- ¿Qué tiempo debe dedicar un científico a labores de gestión y de obtención de financiación para que sus proyectos salgan adelante?
R.- Demasiado. Depende un poco del momento en tu carrera. Los estudiantes de doctorado tienen que presentar un informe cada año, y si obtienen una beca, un segundo informe. A medida que avanzas en tu carrera, cada vez dedicas más tiempo a gestión y menos al laboratorio.

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P.- ¿Qué líneas de investigación están abordando en el Cabimer? ¿Cuáles han sido sus avances más notorios durante los últimos años?
R.- En particular, mi laboratorio trata de entender cómo hacen las células para arreglar su ADN cuando éste se rompe y la importancia de que este proceso se dé correctamente en el desarrollo de diversas enfermedades, incluyendo el cáncer. Por ponerlo en palabras más sencillas: El ADN es el soporte físico de la información que se transmite de padres a hijos. Es como el libro de instrucciones de la célula. Por diversas causas, este libro de instrucciones se puede romper en determinados momentos, y las células tienen que ser capaces de arreglar sin que se pierda información. Si este proceso no se da bien, la célula va a perder algunas de estas instrucciones, y por eso podría acabar apareciendo una enfermedad.

«Nuestro trabajo en Cabimer tendrá aplicaciones prácticas»

P.- ¿Cómo compagina este trabajo con tu labor como docente?
R.- Es un placer participar de la docencia. Es muy gratificante enseñar e influir en las siguientes generaciones, por eso me lo tomo muy en serio y le dedico bastante tiempo. Afortunadamente, mi carga docente es baja, y puedo hacer ambas cosas con el suficiente rigor. Es verdad que durante el periodo de clases tengo que dedicarle un esfuerzo extra al trabajo, quedándome hasta más tarde o trabajando los fines de semana, pero, en mi opinión, merece la pena.

P.- ¿Qué aplicaciones prácticas tienen o tendrán sus investigaciones?
R.- Somos un laboratorio de ciencia básica, es decir, que no buscamos directamente aplicaciones. Es verdad que en el largo plazo vamos a contribuir a que se sepa mejor cómo aparecen determinadas enfermedades y eso puede mejorar su diagnóstico o su tratamiento. También nuestro trabajo podrá tener aplicaciones en mejorar una técnica nueva que se ha puesto muy de moda, lo que en los periódicos llaman el “corta y pega” genético.

P.- Trabajan codo con codo con centros hospitalarios. ¿Cómo se produce esta colaboración? ¿Algún ensayo que quiera reseñar?
R.- Hemos tenido la suerte de trabajar con algunos hospitales. La colaboración surge por la aparición de intereses comunes. Afortunadamente, en ciencia la mayor parte de la gente está dispuesta a colaborar. Gracias a ellos tenemos acceso a muestras de pacientes y técnicas que no dominamos. Por ejemplo, con el Hospital Virgen del Rocío pudimos estudiar cómo la presencia o ausencia de una determinada proteína correlaciona con la gravedad de los tumores de mama y con la respuesta al tratamiento.

P.- En el año 2015 fue el único joven científico español destacado por la Organización Europea de Biología Molecular. ¿Qué supuso este reconocimiento en su carrera?
R.- Siempre es un honor y una alegría que te reconozcan, especialmente a nivel internacional y cuando lo hace una organización tan prestigiosa. Pero en este caso fue especialmente agradable ya que en realidad se premiaba la labor de todo un equipo que hemos ido montando poco a poco en los últimos años. Además, este tipo de reconocimiento abre muchas puertas, facilita el acceso a la financiación y da visibilidad a nivel mundial.

P.- ¿Cómo serán los próximos años en lo relacionado con los estudios del genoma humano y de genética? ¿Qué aplicaciones prácticas veremos?
R.- Existen todavía muchos retos para la aplicación de la información genómica de los individuos. Especialmente, son dos. Los estudios genéticos generan mucha información que todavía no sabemos interpretar correctamente y, por otro lado, suponen un desafío importante a nivel práctico, sobre todo computacional, para manejar tal cantidad de datos. En el futuro próximo nos vamos a centrar en mejorar estos aspectos.

P.- ¿Qué consejo daría a los jóvenes que actualmente estén cursando estudios de Biología para que puedan dedicarse a la investigación en el campo de la genética?
R.- Siempre les digo a mis alumnos que es una labor dura y sacrificada pero que merece la pena. No es un trabajo que le recomiende a nadie que no tenga una vocación fuerte, pero, si te gusta, merece la pena. En el caso de la genética, un campo que todavía presenta muchas oportunidades y es extremadamente bonito. Sí deben tener en cuenta que es posible que no puedan tener una situación laboral estable en mucho tiempo. Que tendrán que exiliarse, quizás para siempre, pero al final es gratificante trabajar en algo que te apasiona.