Nació en Sevilla en 1959, en el barrio de Triana, pero cuando era niño se trasladó con su familia a Canadá. Sin embargo, nunca ha perdido la relación con su ciudad. Licenciado en la Universidad de Ottawa, se doctoró en Medicina Experimental en Montreal y tras años de estudio e investigación, su tesón, su buen hacer y su fascinación por los misterios del cerebro humano han convertido a Andrés Lozano en un pionero de la estimulación cerebral profunda, en una de las personas que más se está aproximando al conocimiento de la mente humana.

El doctor Lozano es autor de más de 750 artículos sobre sus investigaciones. Por ejemplo, el publicado en julio de 2017 con el título What Have We Learned About Movement Disorders from Functional Neurosurgery?‘ (¿Qué hemos aprendido acerca de los trastornos del movimiento de neurocirugia funcional?). Están suscitando mucho interés en la comunidad médica internacional sus últimos avances en la técnica del HIFU. Puede definirse como un tratamiento no invasivo, basado en ultrasonidos focales en la zona dañada del tálamo, que permite remitir los temblores esenciales o los vinculados al párkinson. Se confía en él para abordar en otras partes del cerebro dolencias neurológicas como el alzhéimer, la epilepsia o el dolor neuropático.

La técnica de la estimulación cerebral profunda se aplica desde hace más de dos décadas en enfermedades como el Parkinson (más de 100.000 pacientes en el mundo operados con éxito), pero sus avances le han llevado a explorar la posibilidad de emplearla para la mejora o la cura de otro tipo de patologías, como la depresión, la obesidad, el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), la anorexia nerviosa crónica y el alzheimer, que actualmente centra sus anhelos científicos. Desde su consulta en el Western Hospital de Toronto, donde también dirige el departamento de Neurocirugía de la Universidad y en el que trabaja desde hace más de 25 años, Andrés Lozano habla con Sevilla World sobre su trabajo y sus hallazgos.

Ha logrado ubicar, por ejemplo, dónde se esconde el punto del cerebro en el que habita la depresión y averiguar que la tristeza se manifiesta allí dentro con hiperactividad. En este tipo de casos, su equipo reduce ese movimiento anormal, propiciando la mejora del enfermo (hasta hoy, en un 60 por ciento de los pacientes tratados). Es sólo un tipo de aplicación de esta tecnología que consiste, explica con sencillez, en la colocación de electrodos dentro de circuitos que estén funcionando de forma incorrecta en el cerebro: “El objetivo es enviar estimulación eléctrica a través de un marcapasos que le será implantado al enfermo. Una vez que se ha dado este paso, la estimulación eléctrica trata de ajustar la actividad de esos circuitos; girando hacia arriba si son de baja actividad o girando hacia abajo si, por el contrario, estamos ante una actividad acelerada. Más de 100.000 pacientes han recibido estimulación cerebral profunda. Entre ellos, también españoles y un buen número de sevillanos”.

 

Para los que ya lo han intentado todo

Hasta su consulta acuden pacientes de todo el mundo afectados por dolencias que todavía en 2016 no tienen cura pero que los estudios del doctor Lozano están ayudando a mejorar. Por lo general, hablamos de personas que ya han probado otro tipo de tratamientos sin éxito. La línea de investigación auspiciada por su centro abre para ellos un horizonte de esperanza.

– De todas sus aportaciones, ¿cuáles o de qué campos estima más relevantes?

– La estimulación cerebral profunda está muy aceptada para el tratamiento de pacientes con enfermedad de Parkinson y la distonía. Pero, gracias al éxito en estos trastornos, se está investigando la posibilidad de tratar otros males. Además de depresión, anorexia y TOC, estamos investigando en el trastorno de Tourette y en el alzheimer. Estos estudios se encuentran en distintas fases de su evolución pero es un área muy activa donde se están evaluando los posibles beneficios y efectos adversos del tratamiento. No obstante, el camino que queda por delante es mucho más largo que el recorrido hasta ahora.

En este sentido, pronostica que se producirán avances muy significativos a lo largo de los próximos años para los enfermos de alzheimer: “Estamos apuntando a los circuitos que controlan la memoria y la función cognitiva con la esperanza de estimularlos de manera que sus funciones mejoren y se mantengan en buen estado por un largo periodo de tiempo. Hablamos de los mecanismos que se van dañando progresivamente si se padece este mal. Nuestro objetivo es ayudar a activarlos y mantenerlos en buenas condiciones”. En muchas ocasiones, sus avances se producen a través de hallazgos casuales, como sucedió precisamente con la memoria. Hace unos años, mientras trataban de controlar el apetito de una persona con obesidad, descubrieron que los electrodos le producían un efecto secundario. El paciente había notado un gran incremento de su capacidad memorística y esta circunstancia les ofreció pistas para explorar si el alzheimer podía abordarse de esta manera.

No es un tratamiento barato, ha reconocido el doctor Lozano en varias entrevistas. Hablamos de unos 15.000 euros en la actualidad. No obstante, prevé que se reduzca su coste con los años.

– ¿Cabe imaginar un futuro donde no acudamos al psicólogo o al psiquiatra sino a los electrodos para reducir problemas como la tristeza?

– El advenimiento de la estimulación cerebral profunda nos está permitiendo explorar las áreas del cerebro que hasta la fecha estaban por descubrir o de las que carecíamos de conocimiento. Es muy parecido a la exploración de las galaxias y al descubrimiento de nuevos planetas. Nos está permitiendo aprender muchísimo sobre el cerebro y comprobar si el ajuste de circuitos que funcionan mal en él podría ser beneficioso para los pacientes con trastornos neurológicos y psiquiátricos, la depresión entre ellos. Esperamos poder tratar un buen número de enfermedades mentales en el futuro con esta técnica. Muchas de ellas aparecieron reflejadas en un artículo sobre nuestra investigación publicado en la revista Neuron. El tratamiento de los pacientes en estado de coma para ver si la estimulación eléctrica puede despertarlos es un ejemplo de las interesantes posibilidades que se abren en este campo.

¿Neurocirugía cosmética?

Con todo, hablamos de una práctica que no está exenta de debate. ¿Hasta dónde podemos llegar con la estimulación cerebral? ¿Ha sido la ética un problema en el desarrollo del trabajo del doctor Lozano? ¿Tiene sentido imaginar un futuro en el que se practique una suerte de neurocirugía cosmética, esto es, un mundo de pacientes que puedan permitirse pagar una operación para ser más inteligentes o gozar de una memoria mejor aun estando sanos? En definitiva, ¿hasta dónde podemos llegar? “Hay ciertos límites”, reconoce enseguida: “Podemos estimular los circuitos en el cerebro que están funcionando mal, pero si hay grandes daños o los circuitos están desaparecidos debido a una enfermedad o lesión, entonces estamos limitados en nuestras posibilidades. Todavía desconocemos los límites de este tipo de tratamiento. ¿Se podría utilizar la estimulación cerebral profunda para mejorar las funciones normales, por ejemplo, para mejorar la memoria? Si bien es probable que sea posible, hay una serie de importantes cuestiones éticas que surgen al respecto. Por ejemplo, ¿debe practicarse simplemente porque puede practicarse? ¿Quién tendrá acceso a este tipo de tecnología? Son preguntas que exigen discusión y la sociedad tiene que tomar decisiones importantes para guiar este tipo de intervenciones en el futuro”.

Andrés Lozano, explicando en mayo de 2017 en Valencia su método HIFU para la estimulación cerebral profunda, aplicada a enfermos de Parkinson.

Colaboración con médicos y centros españoles

En constante relación con colegas españoles, el doctor Lozano no duda al considerar que el país tiene entre sus filas a algunos de los mejores científicos del mundo. “Hay una larga tradición en la Neurociencia empezando por Ramón y Cajal, que ya ganó el Premio Nobel de Medicina y Fisiología a comienzos del siglo XX. Sí considero que los científicos españoles, especialmente los jóvenes, deben aumentar su viajes al extranjero para aprender y para mejorar las interacciones y luego llevar este nuevo conocimiento de regreso a nuestro país. Por otro lado, los científicos de fuera de España necesitan visitar y conocer la tremenda actividad que existe allí y el potencial científico del país. Celebro trabajar con un buen número de médicos españoles, la labor que realizan es de primera categoría. Colaborar con compañeros de mi país es uno de los aspectos que más disfruto de mi carrera”.

Lozano, que viaja a la Península una o dos veces al año -“Siempre es maravilloso volver a mis raíces y trabajar con los profesionales de mi país”-, espera que la colaboración con centros españoles aumente en el futuro. “El cerebro es una máquina de aprendizaje. No tenemos una comprensión clara de esta enorme capacidad, de cómo se desarrolla o de cómo la información es almacenada y procesada dentro de él. Son retos clave para el futuro. Con el tiempo y con los científicos con talento, como lo son los de España, podremos desbloquear muchos de los misterios del cerebro y de la medicina, de la ciencia y de la humanidad”.