A finales de la década pasada, los amantes de la danza en España se rindieron ante Peeping Tom, una compañía belga que estaba revolucionando el lenguaje coreográfico a nivel mundial. El público sevillano quedó entusiasmado en su último estreno en la ciudad, Vader, una perturbadora inmersión en el universo del padre que hibridaba danza, teatro, música y sonidos. Ahora, regresa al Teatro Central para presentar dos funciones (hoy y mañana) de la segunda parte de tan aclamado experimento.
Titulada Moeder, en esta ocasión el viaje llevará a los espectadores al mundo de la figura materna, dentro de una trilogía familiar que culminará con los hijos (Kinderen). La memoria y la construcción colectiva de lo que somos, el duelo de la madre ausente, la idea de la pérdida… son algunos de los temas que defienden los bailarines en una partitura que se mueve en los terrenos del misterio, aunque aderezado con la mirada tierna que siempre imprimen en sus producciones.
Tras alzarse el telón, ese misterio urdido, una vez más, por los celebrados Gabriela Carrizo y Frank Chartier (que en esta ocasión invierten sus roles creativos respecto al montaje anterior, ella danza y él dramaturgia) llevará al público a una extraña escena: ¿Es un velatorio? ¿Una sala de interrogatorios de una comisaría? Distintas interpretaciones pueden coexistir en el mundo de Moeder, un personaje cuya imprecisión también provocará dudas en que contempla. ¿Quién es? ¿Está realmente presente en el escenario?
Nueve actores bailarines, presentes en la producción anterior, se moverán en este sutil universo en el que la escenografía también juega un papel fundamental. Una vez más, Peeping Tom mostrará una coreografía muy física en la que el cuerpo se convierte en un canal para desbordar los sentimientos sobre un texto desnudo y sencillo, explica la creadora.
En su empeño por recorrer todos los laberintos de la familia, Peeping Tom ha tocado en anteriores ocasiones conflictos como la pérdida, el duelo, el paso del tiempo… así lo hicieron en su anterior trilogía, Le jardín, Le salon y Le sous sol, que también estrenaron en el Teatro Central.
Entre los objetivos de Moeder y de esta nueva trilogía a la que aún le falta la entrega del hijo, está -señala Carrizo- realizar un zoom hacia los distintos temas y figuras alrededor de los lazos familiares, «poner el foco de manera precisa». Y, de este modo, abordar emociones, aproximarse al subconsciente del público . «Es una exploración de la memoria, un viaje por los ciclos de la vida, pero eso no lo hacemos contando una historia como tal, sino a través de asociaciones simbólicas, de un ensamblaje de imágenes que portan muchas posibles interpretaciones y que tienen que ver con la manera en que solemos observar las cuestiones relacionadas con la vida y la muerte», señala Carrizo.