La firma sevillana Mox (antes Mission Box) ha dado 1.050 vueltas al mundo. Y no es una manera de hablar: es el número de kilómetros que acumulan los «riders» de esta agencia de transporte para la última milla que ha revolucionado el sector de la mensajería exprés. Con innovación y con legalización de las condiciones de trabajo. Fundada en 2016 por Gregorio López, en solo tres años se ha posicionado como una de las startups más potentes del ecosistema emprendedor andaluz.
Sus cifras son vertiginosas: entrega 300.000 pedidos al mes, tiene a 1.400 trabajadores en nómina, utiliza vehículos ecológicos, está presente en 52 ciudades de España, México e Italia, y en 2018 facturó 2,8 millones de euros. Mox son los distribuidores logísticos de empresas del sector gastronómico como Just Eat o Uber Eats, de las ventas tecnológicas como Media Markt, y de retail como El Corte Inglés.
La idea que surgió de una necesidad no cubierta
El caso de Gregorio López Martos, fundador de Mox, es un claro ejemplo de cómo una buena idea puede llegar tener éxito a base de perseverancia y aprender a salvar las dificultades. Pasar de poco más que una moto, ilusión y muchas tarjetas de visita, a ser una de las empresas más prometedoras de Andalucía, no es una cuestión de suerte. Es el resultado de una sucesión de buenas decisiones y un gran ojo empresarial.
Licenciado en Dirección y Administración de Empresas por la Universidad Complutense de Madrid, y técnico superior en Hostelería y Turismo, Gregorio López Martos comenzó su carrera profesional en un restaurante de Madrid. Posteriormente, durante 9 años, fue director de Operaciones de Egasa XXI y responsable de 57 aperturas por toda España. Es durante esta etapa cuando se da cuenta de los problemas que acarreaba el servicio de reparto de su empresa. Había una necesidad no cubierta y es que el concepto de comida a domicilio estaba cada vez más en auge, pero no todos los negocios contaban con la flota que este servicio de logística requería ni con la plataforma tecnológica adecuada. Hablamos de una época en la que aún no existían ni Glovo ni Deliveroo.
Con esta idea tomando forma en su cabeza, en 2016 Gregorio López Martos decide abandonar las comodidades que le brindaba su puesto de trabajo en Madrid y se traslada a la ciudad de Granada para subirse a una moto y transportar pedidos por las calles. Él lo hacía todo. Así surge Mission Box, una empresa de reparto exprés dentro de la misma ciudad para cubrir el tramo conocido como «última milla«. Es decir, el tiempo que transcurre desde que el pedido sale del centro de logística (o un restaurante) hasta que llega al cliente.
Los inicios de Mission Box fueron duros, como en casi todas las startups. Durante los cuatro primeros meses de andadura no entregaron ni un solo pedido. Gregorio López Martos recuerda que su primer recado fue el traslado de un perro atropellado al veterinario, un servicio que ni siquiera cobró. Es aquí cuando comienza a darse cuenta de los primeros errores como emprendedor.
Otra de las anécdotas más aleccionadoras de la startup fue cuando, el 12 noviembre de 2016, él y su socio, Martín Ortega (director de Operaciones), deciden cerrar la empresa: habían agotado los 20.000 € de pago único del desempleo con el que Gregorio había creado Mission Box. Tras formalizar los despidos de los 6 trabajadores que tenían en nómina, al día siguiente, el 13 de noviembre de 2016, reciben la noticia de que les había sido concedido el préstamo de 40.000 € que habían solicitado a Enisa, una línea de financiación del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo para proyectos innovadores. «Una de las lecciones que aprendimos es que el dinero se gasta. Aún hoy, miramos el último céntimo que cuesta el renting de las motos o el precio del kilovatio para cargarlas», aseguraba Gregorio López durante su intervención en Alhambra Venture 2019. Precisamente, el mayor foro de inversores del sur de España que anualmente se celebra en Granada fue uno de los trampolines para que Mission Box se convirtiera en lo que es hoy: un proveedor logístico que factura la nada desdeñable cantidad de 17 millones de euros. En el siguiente vídeo se puede ver la intervención completa.
Con el impulso de Tom Horsey y Andalucía Open Future
Ya en 2017, Mission Box es galardonada en los premios anuales de la Asociación de Jóvenes Empresarios (AJE) de Granada, y entra a formar parte del programa de mentorización de Andalucía Open Future en Sevilla. Se produce entonces la incorporación del empresario inglés Tom Horsey como socio inversor, un impulso que supuso una inyección de 75.000 euros para esta startup que ya comenzaba a ver los frutos de la aceleración. Horsey, afincado en Sevilla hace más de 20 años, y desde donde dirige su grupo de empresas, ha ayudado al impulso de Mission Box. Para finales de 2017 ya tenían presencia en ocho ciudades, ampliaron el equipo a una veintena de empleados, dieron el salto internacional a México DF y cerraron el año con una facturación de 300.000 €.
Otra de las lecciones aprendidas por este emprendedor fue cómo la competencia le arrebató el registro de su marca. Debido a este nuevo revés, la empresa pasó de denominarse Mission Box a Mox, «un nombre más corto, más impactante y fácil de recordar», en palabras de López Martos.
Sin embargo, las buenas noticias para Mox no habían terminado. Otro de los grandes hitos en la trayectoria de la startup llegó en 2018 cuando se presentan a un concurso de Just Eat para externalizar el servicio de reparto a domicilio. Lo que no sabía es que estaban compitiendo con otros partners para conseguir el contrato de toda España. En agosto de ese año, el entonces ‘country manager’ de Just Eat y actual Head of Restaurants de Uber Eats en Europa, Jesús Rebollo, les ofrece comprar la empresa o un contrato de 10 millones de euros. Gregorio López lo tuvo claro: quería continuar viendo crecer su negocio y eligió el contrato. En 2018, Mox cerraba el año con una facturación de 2,8 millones de euros.
Objetivos 2020: 30 millones de facturación y 5.000 trabajadores
Actualmente, la compañía se encuentra en pleno proceso de expansión internacional. Tras conseguir tener presencia en gran parte del territorio nacional, la startup ha comenzado la conquista del mercado italiano además de potenciar su presencia en México, país en el que ya se encontraba presente desde sus inicios.
Esta expansión internacional lleva de la mano una reorganización en la estructura de la dirección de la empresa. Antonio Valenzuela, actual director de operaciones, pasará a hacerse cargo de la filial española y será el CEO de Mox España. Por su parte, Gregorio López, fundador y hasta ahora CEO, pasará a ser el consejero delegado del grupo y CEO de Mox, la compañía matriz de la que dependerán cada una de las filiales que se abrirán por cada país en el que la compañía empiece a operar.
En cuanto a objetivos económicos, para este 2019 las previsiones de Mox pasan por quintuplicar la facturación del pasado año, rondando los 17 millones de euros. Asimismo, esperan acabar el año con 5.000 trabajadores en nómina. Recientemente, han levantado una ronda de financiación de 5 millones de euros.
Contratos y salarios de convenio
Mox ya lidera el mercado del «instant delivery». Sin lugar a dudas, una de sus principales ventajas competitivas es que sus 1.400 «riders» son asalariados, con contratos, y no falsos autónomos. Es decir, no incurre en los abusos laborales que han caracterizado a Glovo y Deliveroo, condenados por sentencia judicial. En cuanto a salarios, Mox paga según convenio y los trabajadores pueden realizar desde 10 hasta 40 horas semanales. Además de las condiciones laborales de sus trabajadores, desde Mox también tuvieron en cuenta la contaminación que producía su negocio. Es por ello que todos los repartos se realizan en bicicleta o moto eléctrica.
Su innovación para hacer eficiente el radio de acción del reparto
Otro de los factores diferenciales de Mox, y donde radica su rentabilidad, es ser «anti-delivery», como lo define Gregorio López Martos. Es decir, a diferencia de otras empresas como Amazon en la que el cliente no sabe a qué hora exacta llegará su paquete, en Mox aseguran un tiempo medio de entrega de 33 minutos desde que el repartidor recoge el pedido. Esto es posible gracias que, en lugar de abarcar una ciudad completa con toda la flota, en Mox han creado «mini-hubs» con un radio de acción de entre 1 y 2 kilómetros. El 92% de los comercios es consciente de esta inmediatez que reclaman los consumidores y es por ello que ven la logística de última milla como una ventaja competitiva. Aquí es donde llega Mox para aportar una solución que aúna eficacia, rapidez, modernidad y respeto por el medio ambiente, utilizando vehículos ecológicamente sostenibles.
¿Y la competencia? Con presencia en 52 ciudades de toda España, en Mox lo tienen claro: «En el fondo, no importa que existan competidores porque, una de dos: o se alían contigo, o no son competidores. Tenemos subcontratada a parte de la competencia, así que hemos convertido a nuestros competidores en aliados», afirma Gregorio.
Sin parar de pensar ni un solo instante en cómo mejorar, en Mox han ido incorporando talento de otras empresas. Es el caso de Dimitry Skorinko, CTO de Glovo hasta 2017. Se incorporó a Mox hace seis meses para auditar su tecnología y actualmente se encuentra desarrollando un sistema en blockchain con el fin de que los repartidores puedan liquidarse la nómina cada día después de trabajar ya que los «smarts contracts» (contratos inteligentes) permiten saber el importe generado por el propio repartidor en tiempo real.