¿Cómo se legisla en cada país una plataforma como Uber? ¿Qué actitud debe tomar la Comisión Europea ante esta y otras cuestiones relacionadas con la economía colaborativa? Desde hace unos años, ante el surgimiento de nuevas aplicaciones que utilizan internet como medio para facilitar los servicios sobre el terreno en diversos sectores, la legislación de cada país -de transporte en el caso de Uber, de alojamiento en Airbnb, por ejemplo- se ha encontrado con numerosos vacíos a los que los documentos no daban respuesta.

A buscar estas soluciones se ha venido dedicando el coriano Víctor Arca (Sevilla, 1989). Tras trabajar en la Comisión Europea en Bruselas, ahora está a punto de mudarse a Richmond (Virginia) para realizar un Juris Doctor que le permitirá formarse en Derecho norteamericano. Este es el campo fundamental para un experto en jurisdicción de la economía colaborativa. Al concentrarse allí el grueso de empresas tecnológicas y al presumir de un marco legal abierto a los cambios impuestos por el mundo de los negocios, es Estados Unidos el país que marca la pauta.

Arca fue un estudiante inquieto desde muy joven. Su padre, médico odontólogo, le contagió el gusto por la historia. “Fueron muy restrictivos respecto a lo que veía en televisión, por ejemplo. Me educaron en la cultura. Mi vertiente curiosa viene de ahí”, se responde. Se entusiasmó con la Revolución Francesa y, desde muy pequeño, pidió a su familia que le apuntara en una academia para aprender francés. Más adelante, tras cursar Secundaria en Coria del Río, participó en un intercambio de verano en Montpellier. Tanto le gustó, que comunicó a sus padres su deseo de prolongar su estancia en Francia para cursar el Bachillerato.

Lo consiguió. Se mudó a Rennes, en la Bretaña, y enseguida terminó de convertirse en un francófilo convencido, fascinado como estaba por la cultura francesa, del Siglo de las Luces a los liberales de la revolución. Y por Sartre, Camus… “Además, vi que existía otro mundo, fui consciente de que había culturas más allá de la nuestra. Aquello fue una pequeña Erasmus, conocí gente de diversos países, pude viajar… De Francia me encandiló su carácter liberal, el contraste con lo que había conocido en Coria. Di con buenos compañeros, con los que podía tener conversaciones de mayor calado de las que había mantenido anteriormente”.

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Víctor Arca durante su entrevista en la sede de Sevilla World. Reportaje gráfico: Andrea Benítez

«Escogí mi carrera por azar»

Precisamente, a través de esos compañeros le llegó su vocación primera, la arquitectura, pues muchos de sus amigos tenían padres que se dedicaban a ello y le transmitieron la pasión por el diseño. Pero, de vuelta a España, fue de nuevo su padre el que le aconsejó que eligiera otra opción porque la arquitectura era una profesión con difícil salida profesional. “Menos mal. Pronunció estas palabras en 2007 y en 2008 estalló la burbuja”. Finalmente, tras echar varios papeles en una gorra, con opciones como Química, Física, Historia… salió el papel de Derecho y Ciencias Políticas, doble titulación que se imparte en la Universidad Pablo de Olavide.

Desde el primer año disfrutó como un enano con asignaturas como Derecho Romano, Historia del Derecho Español… Sin embargo, conforme la carrera se iba poniendo más técnica, Arca empezó a detectar que le faltaba algo. Así que durante dos cursos, hasta que  le dieron la Erasmus en Aarhus (Dinamarca), la compaginó con Filología Clásica.

“Fue una experiencia increíble, allí me encontré con un sistema educativo potentísimo. Teníamos un profesor que venía de una universidad holandesa una vez a la semana, este era el nivel. Empecé a tener claro que quería vivir fuera de España no en un sentido de despreciar mi país sino por el mismo interés de conocer otras culturas”. A su vuelta, le quedaban 244 créditos por delante. La segunda licenciatura que intentó cursar, la Erasmus y otras aficiones como la tuna (“otra experiencia maravillosa”), no le habían permitido llevar la carrera al día.

«Me interesaba el Derecho que hace ganar en eficacia»

Pero lo logró: aprobó 33 asignaturas en un año de infarto, de septiembre a septiembre, mes en el que quería trasladarse a Barcelona para cursar un master en Gestión Pública. “Me encantan los temas de derecho regulatorio, aquello que comporta crear políticas innovadoras, ganar eficiencia, eficacia…”. En definitiva, todo lo que ofrece la economía colaborativa, un sector que hasta hace apenas tres años era prácticamente casi inexistente y que hoy se ha convertido en un modelo de éxito.

En aquellos días comenzó a trabajar en una consultora de políticas públicas, donde conoció su primera decepción. Había propuesto al Ayuntamiento de su localidad un proyecto relacionado con el turismo, de intercambios con Japón, país que tiene vinculación con Coria, donde en 1613 recaló la primera expedición nipona hacia Europa. “Era el año dual España-Japón. El príncipe heredero Naruhito había visitado mi pueblo. Vi una ventana de oportunidad para el desarrollo de planes de integración cultural. Hay muchas personas en Coria que comparten esa raíz y se ha conservado el apellido Japón. Así que le sugerí al Consistorio crear un sistema de intercambios educativos con Sendai, y que fueran un eje vertebrador de desarrollo turístico, teniendo en cuenta que es una zona arrocera y que existen similitudes culturales. Les gustó la idea… pero la descartaron. Ahí me di cuenta de que si quería trabajar en algún tipo de vanguardia tendría que salir del ámbito español, pues aquí existe aún una mentalidad limitada a la hora hacer cosas nuevas».

Poco después, empezó a trabajar en en Cuatrecasas, uno de los despachos de abogados más potentes del país. “Me encontré con unos profesionales capaces, inquietos y muy trabajadores. Allí valoran no sólo la excelencia académica sino caracteres abiertos al trabajo en equipo. Aprendí mucho pero seguía teniendo intención de irme fuera y seguí el consejo de uno de los socios. Me recomendó que, entre la estabilidad y la aventura, eligiera lo segundo. Él se había arrepentido de no ser más lanzado en su juventud, según me contó, de modo que comencé a hacer varios cursos online con instituciones extranjeras. En uno de la Universidad de Pensilvania me topé con el Derecho Norteamericano y la economía colaborativa. Vi cómo este cambio de la era digital había modificado el paradigma, reducido los costes de transacción en distintos sectores y aumentado la competitividad, lo cual es muy sano”.

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Gracias a esta formación, en junio de 2015 la jefa de la Comisión de Transportes de la Unión Europea le invitó a participar en un programa de formación de seis meses en Bruselas. “Querían un perfil junior, alguien que tuviera conocimiento del funcionamiento de Uber en España. En ese momento, la Comisión Europea tenía que posicionarse y la normativa era inexistente. Además, la regulación era contradictoria en ciertos puntos y necesitaban a alguien capaz de abordar estas lacras”. Enseguida destacó por su destreza en estos campos. “Mi director en Bruselas nunca había entrado en estas plataformas, lo cual me dio una ventaja a la hora de trabajar en Uber, Blablacar y Airbnb en Alemania, Francia, Holanda e Inglaterra”.

Dentro de los Grupos Interservice, que cuentan con representantes de todas las direcciones generales de la Comisión Europea y cuya función es definir la visión estratégica que este organismo va a adoptar sobre un tema, Arca se encargó de estudiar cómo tributaría cada una de estas plataformas y qué carácter debían tener, es decir, si son servicios, intermediarios electrónicos… “También estudiamos la regulación de los empleados. ¿Qué relación laboral tiene un conductor de Blablacar? ¿Y en el caso de la web Airbnb, en la que ya hay gente que ya se mueve a nivel profesional, con varios inmuebles para alquilar, qué postura debíamos tomar? Si hablamos de Uber ya es apaga y vámonos, puesto que cada país se ha comportado de una forma diferente. Se trataba de ir resolviendo los limbos. Hablamos de 28 normativas laborales distintas, una por cada Estado de la Unión. Un caos, pero un caos apasionante”.

“No se puede poner freno a los avances”

Arca rehuye posicionarse al respecto. Estos cambios los ve, simplemente, como una evolución natural e imparable. “No debemos negarnos a este cambio de modelo, como no pudimos frenar la imprenta. Y hay que valorar su capacidad de introducir competencias en un mercado. Los taxis, por ejemplo, tienen un coste de transacción muy alto para lograr a un cliente. Sin embargo, las apps facilitan esta tarea, reducen los tiempos de búsqueda por parte de chóferes y usuarios. Todo esto reformará sectores que vivían muy atrasados. Por ejemplo, en los taxis, leí en un estudio que entre el 25 y el 35 por ciento de este servicio estaba asociado a la especulación con la reventa de licencias. Si regularizamos los nuevos servicios, el sector ganaría en eficiencia y se reducirían los costes especulativos”.

Entre sus tareas en Bruselas, destaca su participación en el proceso sancionador que la Comisión ha llevado a cabo contra Francia por las restricciones que el Gobierno de este país ha impuesto a Uber.

P.- ¿Cómo se gestionó esta intervención y cuál fue tu papel?
R.- Fui aplaudido por mis superiores, porque conocía a fondo cómo funcionaba el servicio y me sabía de memoria toda la legislación francesa de transporte, que como en España funciona también a nivel estatal, regional, departamental… Era tal la cantidad de restricciones a distintos niveles que habían hecho inoperativa la calidad del servicio, de modo que la plataforma no podía operar en el país.

P.- ¿En qué sentido?
R.- Hay asuntos que claman al cielo. En España, por ejemplo, se había prohibido que los teleoperadores facilitaran a los usuarios el acceso a la aplicación. Pero lo de Francia era tremendo, habían impedido ofrecer al consumidor dos informaciones simultáneamente, la geolocalización y la disponibilidad. Es decir, les estaba permitido decirte dónde estaba el taxista pero no si estaba ocupado o libre, algo ridículo desde el punto de vista del sentido común. Uber había buscado una alternativa: en vez de ofrecer la localización, decían a cuántos minutos estaba el conductor del cliente, de forma que burlaban la ley aportando, además, un dato más relevante para el usuario. Sin embargo, pese a que la demanda se iba a llevar por este camino, no se habían dado cuenta de otro aspecto: la regulación francesa obligaba a que los conductores vinculados a Uber volvieran a los garajes después de cada servicio. Estaban forzando a los conductores a gastar gasolina dando vueltas por París, imponiendo así sobrecostes desmesurados. Por ahí fue donde la Comisión Europea apercibió a Francia y me celebraron mucho el haberlo visto.

Camino de Richmond

Tras su laureado paso por Bruselas, recibió la llamada de la Universidad de Richmond un sábado por la tarde, mientras cenaba con unos amigos. “La decana me dijo que unos compañeros de allí le habían hablado de mi perfil y que me invitaban a realizar con ellos el Juris Doctor. Voy a vivir el sueño de mi vida porque los recursos económicos de las universidades americanas para la investigación son enormes, igual que su nivel de apertura hacia lo nuevo. El Estado allí nunca prohibiría Uber, pues enseguida verían que estamos ante una nueva forma de hacer negocio”.

Así las cosas, la agilidad de Arca se halla, sobre todo, en haberse sabido posicionar en primera línea como experto en un sector novísimo y en imparable desarrollo. “Lo que espero en adelante es que se impongan criterios no gremiales, que se abandone esa política sentimental de querer agradar a todo el mundo, algo que hemos visto los últimos años en Europa, así como que desaparezcan los privilegios de algunos sectores. Además, con el tiempo, el colectivo de Uber será más potente que el de los taxistas tradicionales. Para entendernos: cuanto antes organicemos el marco legal, mejor para todos. En un trayecto de Uber te permiten conectar tu música a la radio del coche, te ofrecen chocolatinas, agua, cargar el móvil… este tipo de ventajas están reconvirtiendo a este y otros sectores”.