Hay un objeto en la casa del doctor Juan Domínguez-Bendala (Sevilla, 1970) que conserva con un cariño especial. Se trata de un microscopio que le regalaron cuando era niño. Su afán investigador se manifestó muy pronto, mientras crecía durante los años setenta entre Triana y Los Remedios, y estudiaba en el Colegio San José Sagrados Corazones (Padres Blancos). A los 14 años, su padre le formuló una pregunta: “¿Qué quieres ser de mayor?”. No dijo bombero, ni astronauta, ni futbolista. Respondió sin pestañear: “Biólogo molecular”.

Dirige en Miami el Departamento de Desarrollo de Células Madre en el Instituto de Investigación de la Diabetes (DRI), para el que ha liderado importantes investigaciones de repercusión internacional. Su libro Pancreatic Stem Cells es un título de referencia en el campo del desarrollo embrionario del páncreas y las terapias celulares para la diabetes de tipo 1. Simultanea su investigación, avalada por docenas de publicaciones científicas, con una activa labor divulgadora. Que va a puso de manifiesto en el salón de actos del centro educativo de Fesac donde estudió en Sevilla desde los 5 hasta los 18 años de edad: el Colegio San José Sagrados Corazones (Padres Blancos), que está en la calle Juan Ramón Jiménez, 22, con la finalidad de acercar sus conocimientos a todo tipo de ciudadanos, Juan Domínguez-Bendala protagoniza una conferencia-coloquio. Explicando de modo didáctico sus últimas investigaciones y atendiendo las preguntas de los asistentes sobre un tema de tanto alcance social como la diabetes, así como sobre la ciencia médica, sobre la formación profesional, etcétera. Juan Luis Pavón, fundador y director de Sevilla World, moderará el coloquio.

En Miami reside junto a su mujer y sus dos hijos alejado del estereotipo playero con el que se asocia la vida en esta ciudad, tal como dijo a Marta Caballero en la entrevista realizada para darle a conocer desde Sevilla World: «Para mí es un lugar de trabajo. Vivimos en una urbanización a las afueras y sólo vamos a la playa ocasionalmente. Trato de volver a España al menos una vez al año. Mis padres y hermanos siguen viviendo allí, y me gustaría que mis hijos se identificaran con sus raíces y mantuvieran esos lazos según vayan creciendo».

A pesar de su temprana vocación, Domínguez-Bendala tuvo algunas dudas durante el Bachillerato. “Me encantaban la Biología y todas las Ciencias Naturales, pero detestaba la Física y las Matemáticas. Por otra parte, me gustaba mucho la Literatura y leía absolutamente todo lo que caía en mis manos. Escribir fue mi segunda vocación. De hecho, ya en Estados Unidos, pero antes de que nacieran mis hijos, logré reunir suficiente tiempo libre para escribir una novela, El ciervo de Robson, que resultó finalista en el el Premio de Novela Fernando Lara (Fundación José Manuel Lara). Pero mi primera llamada fue la ciencia”, admite. Dicho libro ha sido publicado por Editorial Samarkanda.

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El artículo que cambió su futuro

Cuando cumplió los 17 años, se topó con un reportaje sobre científicos escoceses que habían modificado genéticamente una oveja para que produjera una proteína humana en la leche. Esta proteína era esencial para el tratamiento de pacientes con AAD, una grave enfermedad pulmonar. Bastaba con ordeñar estas ovejas para obtener cantidades industriales del medicamento. “En ese momento decidí con certeza seguir en esa dirección”.

Se matriculó en Biología en la Universidad de Sevilla y, gracias al apoyo de sus padres, tras realizar el servicio militar en las milicias universitarias, pudo continuar su formación en Londres, donde se matriculó en un Master en Biología Molecular y Biotecnología en 1995. Aquella fue la primera vez que salía de Sevilla para vivir en el extranjero, una experiencia que expandió sus horizontes. “Al principio fue difícil, pero finalmente fui capaz de vencer la inercia y el temor de muchos sevillanos de mi generación a salir al exterior. Londres me abrió muchas puertas. Parte de la tesis de mi Master era un proyecto externo, que completé en el prestigioso Roslin Institute cerca de Edimburgo. En el preciso momento en que yo hacía las maletas para allá, esta institución estaba en los titulares de todos los periódicos del mundo por haber clonado el primer mamífero de la historia, la oveja Dolly. Curiosamente, adyacente a dicho instituto estaba la compañía farmacéutica PPL, donde habían creado esa otra oveja transgénica que había consolidado mi vocación diez años atrás”.

Cuando finalizó su proyecto de master, le surgió la oportunidad de cursar el doctorado bajo la supervisión, precisamente, de uno de los creadores de Dolly. Habría vuelto a España pero la oportunidad, recuerda, era demasiado buena como para dejarla pasar. El apoyo incondicional de su familia y de la mujer que entonces era su novia (y con la que hoy está casado) hizo el resto. En 2000 completó el proyecto, una tesis sobre la manipulación genética de células madre embrionarias. “En ese momento contacté con los directores del Diabetes Research Institute (DRI) de la Universidad de Miami, y ofrecí mi candidatura para iniciar un nuevo programa con el fin de usar células madre en el tratamiento de la diabetes juvenil (tipo 1). En mi decisión de contactar con el DRI pesó no solamente su prestigio sino la circunstancia de que quien acabaría siendo mi esposa ya vivía en Miami”.

En aquella época, las células madre embrionarias humanas acababan de ser desarrolladas (apenas dos años atrás, en 1998) y su grupo en Escocia había sido uno de los primeros en todo el mundo en estudiarlas. De sus palabras se deduce que esta coincidencia temporal, la suerte o la oportunidad de los acontecimientos, tuvieron relación con el desarrollo de su carrera, pero no sólo: “Se alinearon muchas circunstancias afortunadas. El DRI estaba en ese mismo momento planeando la creación de un laboratorio de regeneración pancreática. El campo de la medicina regenerativa estaba en sus albores, y yo venía de la mismísima cuna. Me ofrecieron una posición postdoctoral y la acepté. A partir de ahí comencé a crecer profesionalmente dentro del instituto, dirigiendo mi propio grupo desde 2004”.

El avance de las células madre

La misión institucional del DRI es encontrar una cura para la diabetes de tipo 1 de la manera más rápida, eficiente y segura posible. Se trata, amplía el doctor, de una enfermedad compleja y diferente de la diabetes más prevalente (la tipo 2), dado que existe un componente autoinmune.

P.- ¿Cómo atajan este tipo de diabetes en el DRI?
R.- El sistema inmunitario del paciente reconoce como extrañas las células productoras de insulina, y las elimina. Para la curar la diabetes de tipo 1 se necesita un equipo multidisciplinar, y el DRI está organizado al efecto de investigar cada aspecto de la enfermedad de manera integrada. Casi todo lo que hacemos orbita alrededor de un tratamiento pionero desarrollado hace casi 30 años por nuestros científicos, el trasplante de islotes. Los islotes son pequeñas estructuras en el páncreas que contienen las células beta, que producen insulina. Cuando nos llega el páncreas de un donante fallecido, podemos extraer estas células (apenas un 1-2% de la masa total del páncreas), purificarlas y trasplantarlas en pacientes de diabetes. El procedimiento es sencillo y no dura más de 20-30 minutos. Por supuesto, para evitar el rechazo de estas células trasplantadas, el paciente debe tomar medicamentos anti-rechazo el resto de su vida. Sin embargo, no tener que depender de inyecciones de insulina para sobrevivir ha cambiado radicalmente las vidas de cientos de pacientes trasplantados.

P.- ¿Qué papel jugarán las células madre en la lucha contra este problema?
R.- Las limitaciones del proceso son claras. En primer lugar, por la necesidad de inmunosupresión; y en segundo, por la escasez de órganos para trasplantar. Sólo en Estados Unidos hay tres millones de personas con diabetes de tipo 1. En la última década hemos podido trasplantar islotes a menos de 2.000 pacientes en todo el mundo. En mi laboratorio estamos tratando de resolver este segundo problema mediante el uso de células madre. Podemos inducir la reproducción ilimitada de estas células y, cuando tenemos suficientes, «educarlas” para que se conviertan en células productoras de insulina. Ya se están haciendo ensayos clínicos (fase 1 y 2) con células madre embrionarias para la diabetes de tipo 1. Si tienen éxito, en pocos años seremos capaces de tratar a millones de pacientes.

P.- ¿Son más difíciles de generar las células que aportan insulina?
R.- Así es. Si usted deja que las células madre embrionarias “elijan” su propio destino, la mayoría se convertirán en neuronas o en tejido cardíaco. Pero generar células beta a partir de células madre es un proceso largo, ineficiente y laborioso, durante el cual hay que forzar diariamente a las células a que tomen ciertas decisiones y no otras. Por ejemplo, a mediados del proceso, es casi más importante bloquear la conversión hacia hígado que añadir señales que favorezcan la conversión en páncreas.

P.- ¿Por qué va a aumentar el número de personas con diabetes en los próximos años?
R.- La diabetes de tipo 2 está asociada al sedentarismo y la obesidad, dos tendencias que no van a dejar de crecer en el futuro previsible. La diabetes de tipo 1, antes llamada juvenil, tiene un componente genético que predispone a desarrollar la enfermedad autoinmune pero también un desencadenante ambiental cuya identidad aún no conocemos. La incidencia de diabetes de tipo 1 -y de muchas otras enfermedades autoinmunes- también está creciendo de manera acelerada. En años recientes ha cobrado fuerza la hipótesis viral.

Domínguez-Bendala dirige un equipo de diez biólogos celulares y moleculares, aunque en épocas de mayor financiación llegaron a ser 20. En contra de la imagen novelesca del científico abstraído en su microscopio, oculto entre probetas, su día a día comprende tareas de gestión claves para la viabilidad de sus investigaciones:

Empleo más de la mitad de mi tiempo escribiendo solicitudes de financiación para mis proyectos, tratando de convencer a comités de revisores del NIH y fundaciones privadas de que los míos son más meritorios que los de mis otros doscientos competidores. Afortunadamente, tenemos una fundación nacional dedicada a recaudar dinero exclusivamente para la investigación que se lleva a cabo en mi centro. Pero la competición por el dinero externo es despiadada. Cada vez hay menos recursos para una cantidad creciente de investigadores alrededor del país. En épocas pasadas, un proyecto que quedase en el vigésimo percentil (es decir, mejor que el 80% de la competición) recibía el dinero de manera invariable. Hoy en día uno tiene que superar como mínimo al 90-95% de la competición para tener acceso al pastel. Quienes juzgan estos proyectos, por otra parte, son científicos como quienes los solicitan, y a veces las diferentes escuelas y diferencias de opinión pesan más que el mérito científico de los proyectos. Es un sistema imperfecto. La crisis se ha notado muchísimo en Estados Unidos también, sobre todo en la filantropía. Cuando la economía es boyante, ningún otro país de mundo se compara a este. La figura del benefactor dispuesto a donar 10 ó 20 millones de dólares a una universidad o a un centro de investigación no es en absoluto infrecuente”.

Un gran hallazgo y nuevas líneas de investigación

El grupo de trabajo de este científico sevillano ha descubierto muy recientemente que una molécula sintetizada naturalmente por el cuerpo (usada desde hace años para regenerar el tejido óseo, reparar fracturas y fusionar vértebras) actúa sobre células madre residentes en el páncreas dando lugar a la formación de nuevos islotes. “Acabamos de publicar nuestros descubrimientos preliminares y estamos investigando si la administración de esta molécula a animales diabéticos induce la regeneración de las células productoras de insulina dentro del mismo páncreas, sin necesidad de trasplantes. Tenemos muchos otros proyectos, pero los resultados obtenidos en éste son tan prometedores que ahora mismo llevarlos a la práctica clínica es nuestra prioridad número uno”.

Preguntado por el nivel de la investigación en España, el científico aplaude las importantes iniciativas clínicas en comunidades como Andalucía, orientadas a integrar una potente infraestructura para el desarrollo de ensayos clínicos a lo largo de toda la región: “La Iniciativa Andaluza en Terapias Avanzadas, dirigida por Natividad Cuende, es un estupendo ejemplo”. En su opinión, la colaboración entre equipos y profesionales de distintos países es fundamental para el avance de la ciencia: “En mi grupo mantenemos programas de intercambio con numerosas instituciones españolas. En estancias más o menos prolongadas, ya hace varios años que recibimos regularmente a estudiantes de Medicina, doctorandos y profesionales médicos ya establecidos de España”.